Una de nuestras voluntarias nos cuenta cómo fue la entrada de su primer gato en casa, y cómo lo ha cambiado todo:
Un día nos dieron un aviso de que había un gato perdido en Hernani. Era guapísimo, rubio y blanco, y aunque no lo había hablado con mi hijo, me decidí a llevármelo a casa, me había enamorado. Cuando llegué, mi hijo adolescente no estaba. Fue bastante raro, ya que lo habitual era que estuviera en su habitación con la puerta cerrada y jugando en el ordenador, lo cual me hacía sentirme un poco sola en mi casa. Y cuando salía de su habitación, tampoco había mucha conversación.
Pero había llegado nuestro pequeño Napoleón a nuestras vidas, y nos conquistó. La entrada no fue ideal, ya que tuvimos una fuerte discusión, sobre que me tendría que encargar yo sola de las necesidades del gato, que él no quería hacerse responsable de nada.
Pero después de eso, algo más ocurrió: como Napoleón (Napo para los amigos) quería entrar a la habitación de mi hijo, este dejó de cerrar la puerta. Mi hijo también se ha enamorado del gato, y ahora lo tiene mimadísimo. El que la puerta esté abierta podría parecer una tontería, pero en mi casa ha supuesto un cambio radical: ya no hay una barrera entre mi hijo y yo, e incluso pasamos momentos preciosos jugando con el pequeño Napo, que ya no es tan pequeño.
Este gato nos tiene a los dos atontados, y aunque siempre me han gustado mucho los gatos, ¿quién me iba a decir a mí que un gatito podría obrar semejante milagro en mi familia? Os puedo asegurar que traer este gatito a casa ha sido mi mayor acierto."
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